Aquí ando, buscando información del Hackmeeting del 2022.

En esos encuentros de hackers, sentí inspiración y ética comunitaria. Y es que estoy tratando de publicar una novela ranobe pre-Solarpunk, así que me tomo el tiempo para investigar qué se está produciendo sobre el tema recientemente, y resulta que el Hackmeeting del año pasado lo llevó por título, incluso sacaron un manifiesto, y las clásicas camisetas.

Me vienen recuerdos a la memoria, como que entre les hackers casi siempre me distancié de quienes se volcaban en codificar, picando código, y no es que no hubiera estudiado programación, es que mi intuición me insistía en buscar ideas en otros lugares (de ahí que ahora esté en XR Artífices de Palabras, un grupo de gente que aspira al Solarpunk y a promover la escritura imaginativa en ese sentido), reflexionar sobre estrategias de redistribución del poder, elaborar algoritmos de ingeniería social bien entendida que dieran con las claves de los administradores del Sistema # de gobierno, para instalar de una vez por todas un “Linux”, un Sistema Libre, redistribuidor de poder, a este disco duro esférico que gira a 1 rpd (revolución al día), 0,000694 rpm (revoluciones por minuto).

Ahora tengo una bombilla encendida, no da mucha luz, pero la suficiente para hacerme sentir algo de calma en la precariedad, como si fuese una vela que lentamente titila y proyecta una ensoñadora sombra. Calcifer podría llamarse, y diría que puede ser pequeña, pero eso le permite dar la calor y luz suficientes como para que pueda sentir a esta idea un hogar, donde está mi hoguera.

He terminado de leer un artículo que publicaron con ocasión del Hackmeeting, titulado “Retos del movimiento hacker”, y siento que no ha de sorprender que el término hacker fue y sigue siendo cooptado por una élite capitalista que echa más madera a la locomotora que si no acelera explota cuál patata caliente. Lo que sí me sorprendería sería que alguna mente lúcida fuera capaz de estar en silencio, como si estuviera suspendida en el espacio, escuchando una estrategia para organizarnos socialmente y sumándose a impulsarla, sin dejarse arrastrar por el ruido, desidia o incredulidad. Eso sí sería sorprendente, pues nadie tiene tiempo, la rutina, risas y llanto se llevan el preciado tictac y la energía que haría más bien puesta donde empuje el botón de instalar un nuevo Sistema.

No puedo evitar esbozar una sonrisa al leer en el artículo sobre la cuestión de la capacidad comunicativa para lograr compartir a las mayorías lo que sí es la ética hacker, un fin comunitario alejado de los Neos de turno. Ya sé que mi ambición por lograr que estas y otras ideas recuperen su significado en el imaginario colectivo, aún sigue cayendo en saco roto, pero nunca se sabe, grano a grano se hace hormiguero, terabyte a terabyte se construye cibercomunal, y el cibercomunal requiere cuidados de hortelano digital.

Ahora que he logrado averiguar que mi novela ranobe pertenece a un género literario ilusionante donde crecen otras obras, dando forma al Hopepunk, que aspira a salir de sus páginas para transformar la realidad, no puedo evitar sentir la calidez de una radiación solar que proviene del futuro, uno al que merece la alegría ir, porque veo tangible cada losa del camino que estoy construyendo, y como es obvio, tengo cautela, pues no queremos terminar carboncillo.

Anya, estoy en camino, no me he desviado, aquí sigo compartiendo máscara contigo, suspirando a la luna cada noche. Quizá nuestros caminos no lleguen a cruzarse físicamente, pero lo hacen en lo onírico, y seguro que amarás que esté creando mi sino, tanto como yo amaría coincidir con el tuyo, aunque no fructifiquen.

Recordad, todo lo que escribo no es más que ficción, y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Hack The System!, ¡reescribe su código!

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